La humanidad necesita respuesta por Covid-19
Así fue como investigadores aficionados descubrieron lo que ocultó el laboratorio de Wuhan
La viróloga china Shi Zhengli, en el interior del laboratorio P4 en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en China, en febrero de 2017. Foto: Johannes Eisele/AFP/Getty
DURANTE la mayor parte del año pasado, la idea de que la pandemia del coronavirus pudo haber sido
desatada por un accidente de laboratorio en Wuhan, China, fue
desestimada en gran medida y se le consideró como una teoría conspiratoria
racista del movimiento de la derecha.
A principios de 2020, The Washington Post acusó al senador estadounidense
Tom Cotton de “echar leña al fuego en una teoría conspiratoria que ha sido
desmentida repetidamente por expertos”. CNN se incorporó al debate con la pieza
informativa titulada "Cómo desmentir las teorías conspiratorias y la
desinformación sobre el coronavirus proveniente de amigos y familiares".
La mayoría de los medios noticiosos más populares, desde el The New York Times (“teoría
marginal”) hasta NPR (“Científicos desmienten la teoría del accidente de
laboratorio”), se mostraron igualmente desdeñosos.
Newsweek fue una excepción al informar, en abril de 2020, que el
Laboratorio de Virología de Wuhan (LVW) participaba en investigaciones de
ganancia de función y podría haber sido el sitio donde se produjo la
fuga; Mother Jones, Business
Insider, el NY
Post y FOX News también fueron excepciones.
Sin embargo, en los últimos días la historia ha
incursionado en el discurso público. El presidente estadounidense Joe Biden ha
exigido una investigación a los organismos de inteligencia de su país. Y los
medios convencionales, en un sorprendente cambio de dirección, consideran esta
posibilidad con enorme seriedad.
La razón del repentino cambio de actitud es
clara: durante las semanas y
meses de la pandemia, la cantidad de pruebas sustanciales que señalan al
laboratorio de Wuhan continúa aumentando, hasta el punto en que se ha vuelto
demasiado grande como para pasarla por alto.
Quienes se encargaron de descubrir estas pruebas no son periodistas ni
espías ni científicos. Son un grupo de investigadores aficionados, con pocos
recursos y mucha curiosidad, además de la disposición a dedicar días a explorar
la internet en busca de pistas. Durante
toda la pandemia, alrededor de dos docenas de corresponsales, muchos de ellos
anónimos, que trabajaron independientemente desde muchos países distintos, han
descubierto oscuros documentos, han enlazado la información y la han explicado
en largos hilos de Twitter, en una especie de lluvia de ideas colectiva y de
fuente abierta que fue, en parte, ciencia forense, en parte periodismo
ciudadano, y algo totalmente nuevo. Se
hacen llamar DRASTIC, siglas de Decentralized Radical Autonomous Search Team
Investigating Covid-19 (Equipo de Búsqueda Radical Autónomo que Investiga el
Covid-19).
En esta ilustración, creada en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., se revela la morfología ultraestructural que muestran los coronavirus. Imagen: CDC
Durante mucho tiempo, los descubrimientos de DRASTIC
se limitaron al extraño mundo de Twitter, y eran conocidos únicamente por unos
cuantos seguidores nerds. Estos
investigadores se toparon con una buena cantidad de callejones sin salida, se
enfrascaron en ocasionales disputas con científicos que no estaban de acuerdo
con sus interpretaciones y produjeron en tiempo real una gran cantidad de
información sin filtrar. Gradualmente, la calidad de su investigación y el
rigor de su pensamiento atrajeron a más seguidores, entre ellos, muchos
científicos y periodistas profesionales.
Gracias a DRASTIC ahora sabemos que el Instituto de Virología de Wuhan
tenía una amplia colección de coronavirus reunidos tras muchos años de búsqueda
en cuevas de murciélagos, y que muchos de ellos, como
el pariente más cercano que se conoce del SARS-CoV-2, el virus que provocó la
pandemia, provenían de un pozo de
mina donde, en 2012, tres hombres murieron debido a una enfermedad que, se
sospecha, era semejante al SARS.
Ahora sabemos que
el LVW trabajaba activamente con estos virus, utilizando protocolos de
seguridad inadecuados, en formas que pudieron haber desencadenado la pandemia,
y que el laboratorio y las autoridades chinas han trabajado arduamente para
ocultar esas actividades. Sabemos que los primeros casos aparecieron semanas
antes del brote en el mercado de Huanan, que alguna vez se consideró como la
zona cero.
Por supuesto, nada de esto demuestra que la pandemia haya iniciado en el laboratorio de
Wuhan: es totalmente posible que no haya sido así. Sin
embargo, las pruebas reunidas por DRASTIC equivalen a lo que los fiscales
denominan causa probable, es decir, un argumento sólido y basado en pruebas a
favor de una investigación completa. No se sabe si los mejores esfuerzos de
Estados Unidos y otras naciones para investigar la hipótesis de la fuga en el
laboratorio producirán pruebas inequívocas en un sentido o en otro, al menos,
sin la plena cooperación de China, lo cual es poco probable.
Pero
si es así, este pequeño y variopinto grupo de investigadores aficionados han
revelado lo que podría ser la mayor historia del siglo XXI.
Así es
como lo hicieron…
EXTRAÑAS COINCIDENCIAS
El
joven indio que se hace llamar The Seeker (el buscador) tiene poco menos de 30
años, vive en alguna parte del este de India y utiliza una pieza de arte tribal
de su región de Bengala Occidental en su icono de Twitter, señala en un correo
electrónico. Su carrera ha sido una mezcla de arquitectura, pintura y
cinematografía; su madre y su hermana dicen que es un khichdi, que significa una
mezcla de ingredientes dispares que se suman para producir algo sorprendente y
delicioso.
Siendo
un voraz autodidacta, se convirtió en experto en la búsqueda en los oscuros
callejones de la red, muy lejos de los lugares bien iluminados patrullados por
Google, en busca de información sobre cualquier tema que le interesara.
Publicaba frecuentemente en Reddit, donde ha acumulado la enorme cantidad de
750,000 puntos de karma. Eso fue lo único que The Seeker le reveló a Newsweek mediante correo
electrónico y mensajes; él prefiere mantener su anonimato.
Al igual que la mayoría de las personas que seguían las noticias al inicio de la pandemia, The Seeker creía inicialmente que el virus había pasado de los animales salvajes a los seres humanos en un mercado de Wuhan. (El 27 de marzo tuiteó: “Nadie quiere ver morir a sus padres, su abuelo y su abuela por un estúpido virus proveniente de un mercado de animales exóticos”). Él creía esto porque era lo que la prensa establecida le decía, y la prensa establecida lo creía porque eso era lo que decía un puñado de científicos.
Uno de los principales científicos de ese grupo era un biólogo llamado Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, un grupo de investigación sin fines de lucro que dirigía un amplio programa internacional para estudiar patógenos naturales con el potencial de provocar una pandemia. Daszak había colaborado durante años con Shi Zhengli, directora del Instituto de Virología de Wuhan (IVW) y renombrada viróloga de murciélagos. Daszak fue coautor, junto con Shi, de casi una docena de artículos y le canalizó a esta última al menos 600,000 dólares de subvenciones del gobierno estadounidense.
Como la pandemia surgió prácticamente a las puertas
del laboratorio con la mayor colección de coronavirus del mundo, provocando
especulaciones de que el IVW podría estar involucrado, Daszak y otros 26
científicos firmaron una carta que fue publicada en The Lancet el 19 de febrero
de 2020. “Nos unimos para condenar claramente las teorías conspiratorias que
sugieren que el covid-19 no tiene un origen natural”, se lee en dicha carta.
Ahora sabemos, gracias a una solicitud amparada por la Ley de Libertad de
Información, que Daszak orquestó la carta para evitar que se hablara de una
fuga en el laboratorio. Él fue quien la escribió, que se puso en contacto con
otros científicos para que la firmaran, y quien trabajó tras bambalinas para
hacer que la carta pareciera representar el punto de vista de una amplia gama
de científicos. "Esta declaración no
tendrá el logotipo de EcoHealth Alliance y no podrá identificarse como
procedente de cualquier organización o persona", escribió en su
presentación a los firmantes. Científicos cuyo trabajo se había traslapado con
el del IVW acordaron no firmarla, de manera que pudieran "publicarla en
una forma que no se relacionara con nuestra colaboración".
Sin embargo, en ese momento no había ningún indicio
del papel de Daszak como organizador. La carta ayudó a que este apareciera en todos los medios de comunicación,
donde calificó la posibilidad de una filtración en el laboratorio como
“ridícula”, “sin bases” y “puras tonterías”. También atacó
a los científicos que publicaron pruebas que señalaban al laboratorio. Parte de
la razón por la que la teoría del laboratorio no tenía sentido, afirmó, fue que
el laboratorio de Wuhan no cultivaba ningún virus ni remotamente parecido al
SARS-CoV-2. (Daszak no ha respondido a las solicitudes de comentarios hechos
por Newsweek).
Durante mucho tiempo, Daszak tuvo una influencia
sorprendente. Pocas personas en los medios lo cuestionaban o señalaban que su
carrera y organización sufrirían un profundo daño si resultaba que su trabajo
había formado parte indirectamente de la pandemia. Su cómplice involuntario fue Donald Trump,
quien adoptó la teoría, convirtiendo lo que debía haber sido una cuestión
científica en un tema político.
Cuando el gobierno de Trump canceló los contratos con
EcoHealth Alliance en los que se habían gastado millones de dólares en
investigaciones sobre nuevos virus, 60
Minutes difundió un segmento en el que se presentaba a Daszak
como un mártir de la maquinaria conspiratoria de la derecha. Para los
derechistas de todas partes parecía una cuestión muy simple: el enemigo de mi
enemigo es mi amigo: por lo tanto, la teoría de la fuga del laboratorio es una
tontería.
UN OLORCILLO A CENSURA
Para
principios de 2020, The Seeker comenzaba a cuestionar ese punto de vista. Había
comenzado a interactuar con personas que estaban socavando los puntos de vista
generalmente aceptados.
Una
parte importante fue una extensa publicación en Medium hecha por Yuri Deigin, el empresario canadiense de
la longevidad, en la que se hablaba del RaTG13, un virus que Shi Zhengli había
revelado al mundo en un artículo publicado el 3 de febrero en la revista Nature. En ese artículo, Shi
presentó el primer análisis amplio del SARS-CoV-2, que aparentemente había
salido de la nada; el virus no se parecía a nada que se hubiera visto antes,
incluido el primer SARS, que provocó la muerte de 774 personas de 2002 a 2004.
Sin embargo, en su artículo Shi también presentó el RaTG13, un virus con una
configuración genética similar a la del SARS-CoV-2, lo que lo convertía en el
único pariente cercano del virus hasta ese momento.
En el
artículo no se presentaban datos precisos sobre el origen del RaTG13. No se
indicaba exactamente dónde o cuándo se había encontrado; solo que se había
detectado previamente en un murciélago de la provincia de Yunnan, en el sur de
China.
El
artículo suscitó la sospecha de Deigin. Se preguntó si el SARS-CoV-2 podría haber surgido por alguna mezcla y
ajuste genéticos realizados en un laboratorio que trabajara con el RaTG13 o con
virus relacionados. Su publicación fue convincente y amplia. The
Seeker publicó la teoría de Deigin en el sitio Reddit, que de inmediato suspendió permanentemente su
cuenta.
Ese
temprano olorcillo a censura despertó la curiosidad de The Seeker, y lo llevó a
leer más sobre las ideas del grupo en Twitter. “Encontré a un animado grupo de
personas ansiosas de debatir y explorar el tema”, declaró a Newsweek por correo electrónico.
Se
trataba de un grupo ecléctico. Había empresarios, ingenieros y una microbióloga
de la Universidad de Innsbruck llamada Rossana Segreto. Ninguno de ellos se
conocía previamente; se acercaron al foro después de concluir, cada uno por su
cuenta, que la opinión generalizada sobre los orígenes del covid-19 no tenía
sentido. Las conversaciones eran moderadas por un bromista coordinador que
vivía en algún lugar de Asia, se identificaba con el seudónimo de Billy
Bostickson y cuyo icono de Twitter era la caricatura de un mono de laboratorio
molido a golpes.
The
Seeker encajó perfectamente en el grupo. “Ellos me ayudaron a ponerme al corriente en el debate y comencé a
informarme”, dice. “Antes de darme cuenta me enganché en el misterio”. En
parte, lo impulsaba la curiosidad, pero también un creciente sentido del deber
cívico. “El covid-19 le ha quitado la
vida a incontables personas y ha devastado a muchas otras. Pero también ha
dejado muchas pistas que no se han seguido. La humanidad merece respuestas”.
The Seeker y el resto del grupo estaban cada vez más convencidos
de que el RaTG13 podría ser la clave para obtener algunas de esas respuestas.
En un vibrante hilo, media docena de participantes analizaron sus misterios,
explorando la internet y los artículos anteriores del IVW en busca de pistas.
Si hubo un momento en el que el equipo DRASTIC se
fusionó para formar algo más que sus partes separadas, ese momento sería ese
hilo. En tiempo real, y a la vista de todo el mundo, analizaron los datos,
pusieron a prueba varias hipótesis, se corrigieron unos a otros y lograron
varios aciertos directos.
Los hechos clave se conjuntaron rápidamente. La secuencia genética del
RaTG13 coincidía perfectamente con una pequeña pieza de código genético
publicado como parte de un artículo que Shi Zhengli escribió años antes, pero
que nunca se volvió a mencionar. El
código provenía de un virus que el IVW había encontrado en un murciélago de
Yunnan. Tras relacionar detalles clave de ambos artículos con antiguas notas
periodísticas, el equipo DRASTIC determinó que el RaTG13 provenía de un pozo de
mina del condado de Mojiang, en la provincia de Yunnan, donde seis hombres que
recogían guano de murciélago en 2012 habían enfermado de neumonía. Tres de
ellos murieron. DRASTIC se preguntó si esos habían sido los primeros casos de
seres humanos infectados con un precursor del SARS-CoV-2, quizás el RaTG13 o
algo parecido a él.
En un perfil que apareció en Scientific American, Shi
Zhengli reconoció haber trabajado en un pozo de mina del condado de Mojiang
donde varios mineros habían muerto. Sin embargo, evitó relacionar este hecho
con el RaTG13 (una omisión que también había cometido en sus artículos
científicos), afirmando que lo que había matado a los mineros era un hongo que
se hallaba en la caverna.
¿UNA CORAZONADA?
Esa explicación no convenció al grupo DRASTIC. Ellos sospechaban que un virus parecido al SARS, y no un hongo, había provocado la muerte de los mineros y que, por alguna razón, el IVW trataba de ocultar ese hecho. Se trataba de una corazonada, y no tenían ninguna forma de demostrarlo.
En ese punto, The Seeker reveló sus poderes de investigación al grupo. En sus exploraciones en línea había descubierto recientemente una enorme base de datos china de publicaciones académicas y tesis llamada CNKI. Ahora se preguntaba si en algún lugar de ese enorme circuito podría haber información sobre los mineros enfermos.
Trabajando
hasta la madrugada en su mesa de noche con su teléfono y su computadora
portátil, impulsado por el chai y utilizando caracteres chinos con la ayuda de
Google Translate, ingresó “Mojiang”, el condado donde se localizaba la mina, en
combinación con cualquier otra palabra que se le ocurriera y que pudiera ser
relevante, traduciendo inmediatamente al inglés cada tanda de resultados.
“Mojiang + neumonía”; “Mojiang + LVW”; “Mojiang + murciélagos”; “Mojiang +
SARS”. Cada búsqueda producía miles de resultados y media docena de bases de
datos de revistas, libros, periódicos, tesis de maestría, disertaciones
doctorales. Noche tras noche, The Seeker exploró todos esos resultados, pero
nunca encontró nada útil. Cuando se le agotó la energía, hizo una pausa para
jugar videojuegos y beber más chai.
Estaba a punto de darse por vencido, dice, cuando dio en el blanco: una tesis de maestría de 60 páginas escrita en 2013 por un estudiante de la Universidad de Medicina titulada “El análisis de seis pacientes con neumonía grave provocada por virus desconocidos”. El documento describía con todo detalle las condiciones y el tratamiento paso por paso de los mineros. También mencionaba al presunto culpable: “Provocada por [un coronavirus] semejante al SARS proveniente del murciélago de herradura chino, o de otros murciélagos”.
Foto Captura: Revista Sin Fronteras
El 18 de mayo de 2020, The Seeker publicó el enlace sin muchos aspavientos, y continuó con una segunda tesis de un estudiante de licenciatura del Centro para el Control de Enfermedades de China, donde se confirmaba gran parte de la información del primer documento. Cuatro de los mineros habían dado positivo en la prueba de anticuerpos de una infección parecida al SARS. Y el IVW había realizado pruebas con las muestras de todos ellos. (Poco después de que The Seeker publicara las tesis, China cambió los controles de acceso a CNKI (Infraestructura Nacional del Conocimiento de China, una base de datos de publicaciones académicas de ese país) para que nadie pudiera realizar de nuevo esa búsqueda).
Si un virus semejante al SARS había surgido en 2012, había sido encubierto, y el IVW había enviado personas a la mina para recoger más muestras y llevarlas de vuelta a Wuhan, esta noticia debía haber aparecido en primera plana al día siguiente. En cambio, no se publicó ni una sola nota en varias semanas. En el Reino Unido aparecieron unas cuantas notas, entre ellas, un artículo en el Sunday Times. Los medios estadounidenses hicieron caso omiso.
“Definitivamente,
yo esperaba que apareciera en todos los espacios noticiosos”, admite The
Seeker. “Me sorprendió la falta general de interés en los hechos o en la razón.
Con material de: Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek
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